Cuando presentamos el miércoles pasado la edición española de la biografía de Hildegarda Burjan en el Congreso de los Diputados de Madrid; estábamos a punto de asistir a la primera caída de un gobierno español usando el mecanismo de la moción de censura. El título de la obra, en aque lugar y con asistencia de varios diputados, fue realmente muy oportuno: «la conciencia del parlamento«.
De entre lo mucho (y bueno) que se habló de Hildegarda como judía conversa al catolicismo, parlamentaria y fundadora además de los roles supuestos de su sexo como madre y esposa; se trató su estilo de liderazgo. Y la conexión de este con las virtudes cardinales. Son tres los principios que Burjan aplicó magistralmente y que son esenciales en cualquier puesto de dirección:
- Priorizar. No todo es igualmente importante ni al mismo tiempo. Además, los recursos son escasos. La falta de priorización en la gestión tiene dos efectos inmediatos: la pérdida de eficacia (incumplimiento de objetivos) y/o la pérdida de eficiencia (mala distribución de recursos).
- Delegar. Para distribuir trabajo, pero sobre todo para distribuir responsabilidad. No buscando suboordinados sino creando colaboradores. Este principio tiene mucho que ver con el desarrollo personal y carrera del equipo.
- Planificar. El plan es la piedra angular de la gestión. Para proyectar el futuro con la perspectiva del presente. Pero el plan está lejos de ser una hoja de ruta a seguir de forma exhaustiva. Sirve para asignar recursos y raramente se cumple. Los planes están para hacerse y corregirse. No para cumplirse.
Más sobre Burjan: https://eldebatedehoy.es/cultura/hildegarda-burjan/